Dios es el
sustentador y el dueño de la creación
Nada de lo que existe, existiría separado de Dios. Si Él se
alejara de su creación aun por un momento, todo perecería. Nosotros le debemos
cada respiro y movimiento. Cada ser, desde el más poderoso arcángel hasta el
más pequeño gusano, vive en absoluta dependencia de Dios. Existen porque Él los
hizo, respiran porque les da aliento. Si Él les diera la espalda, se
convertirían en polvo, dejarían de existir.
Todas las cosas que existen, lo hacen
en absoluta dependencia de Él.
"Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán;
A las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán;
O habla a la tierra, y ella te enseñará;
Los peces del mar te lo declararán también.
¿Qué cosa de todas estas no entiende
Que la mano de Jehová la hizo?"
Job 12: 7-9
"¿Quién visitó por él la tierra?
¿Y quién puso en orden todo el mundo?
Si él pusiese sobre el hombre su corazón,
Y recogiese así su espíritu y su aliento,
Toda carne perecería juntamente,
Y el hombre volvería al polvo."
Job 34: 14-15
La Obra perfecta del Dios Trino en la creación y su
sustento
El sustento del universo es obra de la trinidad también, las
tres divinas personas trabajan en conjunto dando vida y sustento a la creación.
Qué gran misericordia la de Dios, que lo hizo todo para Su
gloria, por su Hijo y por medio del Espíritu Santo lo mantiene vivo. Veamos los
siguientes versículos que confirman esta verdad.
El Padre y El Hijo
Dios creó, hizo con su soplo todo el universo (Génesis 1:
1-2). El Hijo fue la palabra de Dios para crearlo todo (Juan 1:1-5), pero
también la imagen misma de Dios hecha carne para que todo fuera sustentado en
él, por él y para él, a fin de que sólo y sólo en El Hijo existiera la
reconciliación de todas las cosas con el Padre por medio de la cruz (Colosenses
1: 15-17). Él es el principio unificador de todo lo que existe (Hebreos 1:3)
·
La creación (Génesis 1:1)
"En el principio creó Dios los cielos y la tierra."
·
El Verbo hecho carne (Juan 1: 1-4)
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el
principio con Dios.
Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres."
- Reconciliación por
medio de la muerte de Cristo
Colosenses 1: 15-17
"Él (Jesús) es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos
y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios,
sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las
cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la
iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo
tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase
toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las
cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo
la paz mediante la sangre
de su cruz."
Hebreos 1:3
"En estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el
universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la
imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra
de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio
de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó
más excelente nombre que ellos."
Desde las más grandes galaxias hasta las más pequeñas
partículas, todas subsisten en el Hijo. Él es quien sostiene el mundo en sus
manos, proveyendo todo lo que la creación necesita para subsistir. ¡Es glorioso
el hecho de que el universo entero se sostiene por el Hijo de Dios!
En la mitología griega, Atlante, Atlas o Atlantis (en griego ‘el portador’, ‘portar’, ‘soportar’). La imagen de Atlas es representada con un hombre semidesnudo, exhausto, rebelde y barbado, sujetando sobre sus hombros el enorme arco de los cielos de rodillas para separar el cielo de la tierra manteniendo el equilibrio y las fuerzas en todo el universo.
Este castigo se lo había impuesto Zeus por haberse aliado con Cronos para apoderarse del cielo, esta batalla duró 10 largos años y los Titanes fueron vencidos.
Hay muchas otras historias que se cuentan de esta leyenda, lo que nos atañe es el ejemplo que pone el autor en el estudio, que cuando pensamos en que El Hijo de Dios sustenta el mundo en sus manos, una imagen como ésta se puede venir a nuestras mentes, sin embargo, la realidad es muy distinta a una leyenda de hombres vanos y vacíos.
Pero Cristo sustenta el universo entero con una simple palabra, un mandato sin esfuerzo. Con una palabra, el universo fue creado (Génesis 1:3; Hebreos 11:3) y con una palabra se sustenta. ¡Ese es el poder de Dios!
El Hijo no sostiene el mundo con dolor, carga o pesar, no se esfuerza en ello ni es castigado por nadie; el Hijo es el fundamento de todo lo creado y lo preserva con sabiduría infinita, eterna y perfecta sin que ello le genere conflicto.
"Todos ellos esperan en ti,
Para que les des su comida a su tiempo.
Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian de bien.
Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de ser,
Y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra."
Salmos: 104: 27-30
El Esíritu Santo
Ahora enfoquémonos en la obra del Esíritu Santo. Nótese que en el versículo 30, la creación se aprecia como una obra de Dios en proceso por el poder de su Espíritu: "Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra." Salmos: 104: 30
Aun cuando el nacimiento de un niño ocurre por procesos naturales, no está separado de la obra de Dios. En Salmos 139:13 David testifica
“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre”. Es por medio de la obra poderosa, energizante y dadora de vida del Espíritu Santo que se cumple la obra sustentadora del Padre y del Hijo.
El Espíritu de Dios se manifestó desde el principio porque era él quien se movía sobre las aguas. Génesis 1: 1-2:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”
La palabra “Espíritu” viene del término hebreo rúajk que también puede traducirse como “aliento” o “viento”. La palabra “mover” se traduce del hebreo rakjáf que significa “mantenerse alrededor”. Algunos intérpretes modernos han argumentado que se refiere al viento y no a la persona del Espíritu; sin embargo, dicha interpretación no encaja con el contexto. El viento no se mantiene alrededor. El texto claramente se refiere a la obra creadora de la persona del Espíritu Santo.
De hecho, la palabra “Espíritu” en griego deriva de la palabra "Pneúma" que significa espíritu, soplo, hálito, viento; y que metafóricamente describe un ser inmaterial o influencia divina. Resulta evidente que el Espíritu de Dios estaba presente en el principio como parte activa en la creación del universo si entendemos que se trata del aliento de Dios moviéndose sobre la tierra.
Pero también el Espíritu de Dios es conocido como el dador de vida en toda la Escritura, podemos verlo en la creación de Adán y Eva cuando Dios sopló sobre ellos y vivieron. Este “soplo” en hebreo es “neshamá” que significa resoplido, viento o aliento vital, inspiración divina, intelecto, alma, espíritu, hálito, soplo, vida.
Por otro lado, Elifaz amigo de Job, declara lo siguiente: "Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su ira son consumidos" (Job 4:9). En este texto la palabra “aliento” es “rúajk” refiriéndose al Espíritu, y “soplo” es “neshamá” que denota la vida; es decir, es el Espíritu de Dios quien sopla aliento de vida o quien lo quita.
En la vida misma de Jesús, vemos que fue el Espíritu Santo quien lo concibió y dio vida:
“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada (comprometida, sin casarse aún) María con José, …se halló que había concebido del Espíritu Santo.”
Mateo 1:18
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Lucas 1:35
En ambos textos la palabra “Espíritu” se traduce de la palabra griega “pneúma” que se refiere a corriente de aire, es decir respiración (soplo) o brisa; por analogía o figuradamente un espíritu. María no podía haber creado vida porque ningún ser humano puede crear vida por sí mismo, naturalmente se necesita la colaboración de un espermatozoide para formar vida, pero este caso José no tuvo nada que ver con el embarazo de María, sino que el Espíritu de Dios sopló sobre ella y la vida se gestó en su vientre.
Por útlimo pero no menos importante, vemos que el Espíritu es el que
trae a la vida al espíritu del creyente cuando este nace de nuevo, es obra exclusiva del Espíritu de Dios, el hombre no tiene ningún poder en el proceso. Jesús explicó a Nicodemos de la siguiente manera:
"Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu."
Juan 3: 5-8
Nuevamente, ambos términos provienen del griego pneúma = soplo, brisa, viento, y es utilizado para describir al Espíritu de Dios. Es él quien obra la nueva vida en el creyente, quien sopla para traer de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Nuestra carne no puede producir este nuevo nacimiento porque la carne sólo puede producir carne, no espiritu ni nada espiritual. El hecho de ser salvos por la fe en Jesucristo involucra una obra única y exclusiva del Espíritu de Dios en nuestras vidas, si Él no opera, no hay nada que podamos hacer para nacer del espíritu. Lo que puede y debe hacer el hombre muerto en delitos y pecados es reconocer su condición abominable ante los ojos de Dios y que ningún acto piadoso, misericordioso o generoso lo hará merecedor de ser llamado su hijo. Deberá correr en busca de la misericordia de Dios para que el Espíritu Santo (que es Dios mismo) sople sobre su espíritu la nueva vida con la que podrá acercarse al Padre y recibir la verdadera vida eterna.
Pues han nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se
acabará. Su nueva vida durará para siempre porque proviene de la eterna y
viviente palabra de Dios.
…Y esta palabra es
el mensaje de la Buena Noticia que se les ha predicado.
1 Pedro 1: 23, 25
Pedro explica que la nueva vida será eterna porque proviene de la eterna palabra de Dios. En el griego, la traducción para “palabra” en este texto es “logos”, misma que es usada en Juan 1:1 cuando se refiere a Jesús como “El Verbo”. Es decir, el Espíritu de Dios sopla la vida del Hijo, quien es el verbo, la palabra viva de Dios Padre, para que su verdad nos haga eternos por medio de él. He aquí el trabajo unificado de la Trinidad, otra vez.
Resumimos entonces:
DIOS
ES EL DUEÑO DE TODO
Dios
es el dueño de todas las cosas, tanto por el derecho de creación como por el
derecho de su sustento benevolente de lo que ha creado. Todo aliento, todo
latido del corazón y “toda buena dádiva” provienen de Dios (Santiago 1:17). A
la luz de la benevolente dádiva de Dios y de la absoluta dependencia del
hombre, la ingratitud humana es inexcusable.
"Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él.
Ya que es el Señor del cielo y de la tierra,
no vive en templos hechos por hombres,
y las manos humanas no pueden servirlo,
porque él no tiene ninguna necesidad.
Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad.
Pues en él vivimos, nos movemos y existimos…"
Hechos 17: 24-25, 28
Como creador y el sustentador de todas las cosas en los cielos y en la tierra, no está mal que Dios reclame todas las cosas como suyas. Una de las “verdades principales” que debe comprenderse si hemos de tener un entendimiento correcto de Dios y de nuestro lugar en su creación, es que no somos nuestros propios dueños. No fuimos hechos para nosotros mismos. Le pertenecemos a aquel que nos hizo y somos responsables ante Él de vivir según su voluntad y para su gloria y su beneplácito.
"La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella;
el mundo y todos sus habitantes le pertenecen.
Pues él echó los cimientos de la tierra sobre los mares
y los estableció sobre las profundidades de los océanos."
Salmos 24: 1-2
Los cielos te pertenecen y la tierra también;
todo lo que hay en el mundo es tuyo; tú lo creaste todo.
Salmos 89:11
Todo cuanto vemos en la tierra, animales, plantas, rocas, todo, le pertenece a Dios por derecho puesto que es el creador de todo ello. Pero lo invisible, lo espiritual que no podemos ver, también le pertenece en plenitud porque también Dios lo creó. Su derecho es sobre todo cuanto conocemos y desconocemos en la tierra y en el cielo.
"¿Quién me ha dado algo para que tenga que pagárselo?
Todo lo que hay debajo del cielo es mío."
Job 41:11
"Pues todos los animales del bosque son míos,
y soy dueño del ganado de mil colinas. Conozco a cada pájaro de las montañas,
y todos los animales del campo me pertenecen.
Si tuviera hambre, no te lo diría a ti,
porque mío es el mundo entero y todo lo que hay en él."
Salmos 50: 10-12
Dado que Dios es el creador y sustentador de todo, Él no necesita nada ni es deudor de nadie. Todo lo que le podamos ofrecer se originó en Él y es suyo. Dios no nos llamó a servirle porque tenga necesidad sino para que podamos conocer el privilegio de su comunión y ser testigos de la demostración de su poder.
¡Él nos eligió!
Una de las verdades más asombrosas de Dios como creador, sustentador y dueño del mundo se encuentra en que Él eligió para sí a un pueblo, para que fuera suyo y demostrar todo su afecto sin límites sobre ellos, escogiendo a los que habrían de ser suyos para siempre.
En la eternidad, nosotros seremos testigos de las múltiples misericordias y bondades de Dios mostradas en la tierra. Quedaremos como las marcas de Jesús en su manos, pies y costado, como testimonio de la redención, tetigos de que hay un Dios benevolente, grande su gracia y amor, nadie como Él.
"He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos,
y los cielos de los cielos, la tierra,
y todas las cosas que hay en ella.
Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos,
y escogió su descendencia después de ellos,
a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día."
Deuteronomio 10: 14-15
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